Las impresiones de Mariano Fernández Urresti sobre la tumba.
Cementerio de La Madelaine, Amiens.
Yo también, como Miguel Capellán y Alexia, los personajes de mi novela “La tumba de Verne”, me estremecí al ver sepulcro del escritor bretón. Me fue fácil por ello escribir después:
<<Ambos apretaron el paso y no tardaron sentirse sobrecogidos ante el maravilloso sepulcro que Albert Roze diseñó para su amigo Julio Verne.
Incluso Alexia no pudo evitar sentirse envuelta por una atmósfera de leyenda en la soledad de aquel cementerio decimonónico y ante la impactante escultura que representaba a un fornido hombre de mármol blanco emergiendo de entre los muertos. El resucitado estaba envuelto aún por su sudario y con la losa sepulcral sobre la espalda. La mano izquierda se apoyaba en la tierra buscando el impulso definitivo que lo arrojara de nuevo a la vida, mientras que la derecha seguía la mirada de aquel hombre orientada hacia el cielo, hacia la luz.
-¿Es un saludo a Dios o un desafío? -dijo Miguel viendo la expresión del Verne de mármol. Alexia le devolvió una mirada que expresaba su desconcierto. No era lo mismo haber visto las fotografías de aquel sepulcro en la casa de su padre que estar ante él. Sin poder evitarlo, se estremeció…>>
La sobrecogedora tumba de Julio Verne en Amiens.
En un primer momento su tumba no tiene nada de especial. Pero dos años más tarde el escultor Albert Roze utiliza la máscara mortuaria que se le había tomado al escritor para crear un monumento acorde al genio inmortal de Verne.
Los visitantes que se acercan hoy a visitar la tumba pueden contemplar como la sobrecogedora figura de Julio Verne emerge de su tumba liberándose de su mortaja y rompiendo la lápida. La escultura extiende un brazo hacia lo alto y mira hacia la luz, representando así la inmortalidad del autor junto con el tema de la resurrección. El título de la obra es Hacia la inmortalidad y la eterna juventud.
La tumba se convirtió con el tiempo en un icono, hasta el punto que la revista Amazing Stories que se comenzó a publicar en 1926, incorporó durante muchos años un dibujo de la misma en su portada.