Se ganó mi corazón en cuanto la vi. Es cierto que le quedo pequeño, o ella a mí grande (yo no mido 20 metros de alto ni 60 metros de largo, y mi rostro está lejos de medir 5 metros), pero eso fue lo que ocurrió.
Los egiptólogos dicen que la esculpieron en el siglo XXVI a.C., que representa al faraón Kefrén, y que no hay tras su roca caliza otro misterio que el de su longevidad. Otros, a lo largo de la historia, se han mostrado en desacuerdo en todo.
Apoyándose en las marcas producidas por la erosión, y con el convencimiento de que fueron obra del agua, como hizo el enigmático Schwaller de Lubicz, han retrasado su construcción al momento en el que hubo agua en esa zona, y eso nos situaría de nuevo en el tiempo del “érase una vez”. Según el geólogo Schoch, deberíamos retrasar su construcción hasta el 7.000 a.C.
Naturalmente, la ciencia ortodoxa desmiente esas ideas. Recuerda que el actual clima semidesértico de Egipto se asentó en la zona hacia el 2.000 a.C., y otros estudios geológicos se opusieron a las conclusiones de Schoch refrendando que la Esfinge fue esculpida durante la IV Dinastía egipcia.
No sé. Como escribí sobre las pirámides, presumo que hay más historia que la que cuenta la Historia.
Y luego están las supuestas estancias secretas y sus misteriosos tesoros.
El vidente Edgar Cayce Cayce, que vivió a caballo entre el siglo XIX y XX, había nacido en Kentucky, tuvo una serie de visiones que se denominaron lecturas o interpretaciones en las que se afirmaba que Egipto era la cuna de la Humanidad. Aseguraba además, para regocijo de heterodoxos, que bajo la Esfinge existe una Sala de Archivos en la que se ocultó la información básica de los conocimientos de aquella remota época. Y fruto de su entusiasmo se crearía en 1931 la Asociación de la Investigación y de la Iluminación (ARE).
Cayce tuvo sorprendentes aciertos sobre diversas cuestiones que vaticinó, pero cometió un error cuando dijo el 29 de Octubre de 1935 que en 1988 se encontraría la misteriosa Sala de Archivos que esclarecería todo lo que de Egipto no sabemos.
Lo que sí parece cierto es que bajo la pata derecha de la Esfinge -llamada por los egipcios Hor-em-Akhet u “Horus en el horizonte”- hay una cavidad, y no es la única detectada en el gigante. Antes al contrario, en la década de los noventa del pasado siglo realizaron investigaciones notables el geofísico Thomas L. Dubecki y el geólogo de la Universidad de Boston Robert Shoch, los cuales afirmaron haber localizado anomalías y cavidades en la roca madre, entre las patas del león y a lo largo de los lados de la Esfinge.
Al parecer, se encontraron cuatro salas siendo la más destacable una que tenía nueve por doce metros y cinco metros de profundidad, si bien no parece contener la vital información que Cayce había predicho.
Edgar Cayce defendió la idea de que los constructores de los misteriosos edificios de Gizé fueron supervivientes atlantes, de los que los egipcios aprendieron sus asombrosos conocimientos. Y todo eso tuvo lugar en los aquellos maravillosos años, aquellos a los que me gusta referirme como el tiempo del “érase una vez”.