«A 23 días de Abril de este mismo año de 63, en que se celebró la fiestas de San Jorge, le pareció a Juan Bautista de Toledo que era tiempo de comenzar la fábrica y asentar la primera piedra…«, escribió fray José de Sigüenza, cronista de la construcción de El Escorial. Se trató de una ceremonia extraña, podríamos decir que impregnada de magia de no ser porque, se suponía, la nigromancia estaba perseguida por la Iglesia, de la cual Felipe II, rey y señor del mundo y promotor de El Escorial, era paladín. Pero resultaba que el mismo monarca tenía una biblioteca con más de doscientos libros dedicados al esoterismo y se rodeaba de alquimistas. ¿Cómo entender semejante contradicción?
El 20 de agosto de aquel mismo año, 1563, se dispuso otra primera piedra, la inaugural del templo. Ambas piedras eran cúbicas, algo muy grato a ojos de la masonería, y ambas fueron tatuadas con inscripciones. En ésta, el obispo empleó un cuchillo para, según dice Sigüenza, realizar «cuatro cruces por todas las esquinas y ángulos«.
Nada en El Escorial fue dejado al azar. Todo responde a un plan, incluida la colocación en lugares estratégicos de 7.422 reliquias (huesos de toda índole, uñas, pelos… algunos, dice Sigüenza, «de tamaño de piñones, avellanas y nueces«) hasta el extremo que el cronista asegura que, con la excepción de san José, san Juan y Santiago el Mayor, no hay santos de la cristiandad (imagínese el número así llamado para valorar en su justa medida la afirmación) del cual no haya una reliquia en El Escorial.
Y todo eso, y mucho más, ¿por qué? ¿Por qué Felipe II se creía la reencarnación del rey Salomón? ¿Qué sentido tiene la presencia de alquimistas y zahoríes en los días en que se buscaba el solar idóneo para esta construcción? ¿Qué significado tiene el cuadro de Sánchez Coello que se puede admirar en una de las capillas de la basílica en el que aparece San Agustín llevando en su mano una maqueta del monasterio, San Jerónimo y un niño Jesús que se señala un agujero en el suelo?
Algo siniestro rodeaba el lugar y su construcción, según las crónicas. El año 1577 fue maldito para esta fábrica. El terror se adueñó de los obreros, que creían ver encarnado al mismo demonio en la figura de un perro negro, se produjo un motín, un relámpago provocó un incendio, un joven homosexual fue quemado, un cometa atravesó el cielo…
Un rey católico que se rodea de magos y nigromantes, un templo dedicado a Dios en el que se pasea el demonio, un monarca que busca sin cesar reliquias de santos y extraños cuadros de El Bosco con los que decide llenar su habitación para morir…
Felipe II tenía un secreto. El Escorial tiene un secreto. Por eso escribí mi libro “Felipe II y el secreto de El Escorial”. Por eso está en mis 40 principales.