Hace casi tres años, Duende y yo emprendimos el que sería nuestro último viaje fuera de España. Creo que los dos lo sabíamos. Durante doce años habíamos recorrido nuestro país de punta a punta, y también buena parte de Europa. Aquel verano de 2019 regresamos precisamente al primer país extranjero que él conoció: Portugal. Era la cuarta vez que viajábamos allí. Diez años antes, Duendecillo se había proclamado campeón de belleza de aquel país. Un título más a añadir a su impresionante biografía.
Pero en 2019 el propósito de la aventura era diferente. Se trataba de uno de mis acostumbrados “descansos activos”; viajes que guardan relación con futuros libros. Estábamos en Portugal porque me rondaba la idea de volver a enfrentarme con un viejo “amigo” al que había prestado atención hace ahora diecisiete años.
¿Por qué huyo Colón de Portugal perseguido por la justicia?
Desde Portugal nos fuimos días después al monasterio de La Rábida. Necesitaba la paz franciscana para ver si escuchaba algo que se me hubiera pasado por alto años antes. Y días después volví a ponerme en contacto con el doctor José Antonio Lorente, catedrático del Departamento de Medicina Legal, Toxicología y Antropología Física de la Facultad de Medicina de la Universidad de Granada que capitanea los estudios sobre el ADN de los restos del Almirante. Tan amable como lo fue conmigo diecisiete años atrás, el doctor Lorente respondió a mis preguntas.
Quería volver a enfrentarme al enigma colombino de nuevo, pero con mis actuales convicciones. Sin embargo, debería esperar porque tenía ante mí la hercúlea tarea que me había autoimpuesto de escribir dos novelas enormes -¿dos enormes novelas?- en los dos años siguientes: “La espada del diablo” y “La pintora de bisontes rojos”. Esta última, era tal vez el reto más difícil de mi vida como escritor, porque no soy prehistoriador (sólo cursé estudios de Prehistoria en el primer año de la carrera de Historia) y gran parte de la trama se desarrollaría en el Paleolítico. Además, vivir junto a las cuevas de Altamira suponía una responsabilidad añadida. No podía hacer el ridículo, al menos con la documentación.
Y así hemos llegado a abril de 2022. Hace meses que terminé “Colón y el mapa templario”. Tantos meses como llevo escribiendo una novela que comencé a intuir hace casi cuatro años en Londres.
Este libro, que ya podéis solicitar en vuestras librerías o incluso comprar en la tienda virtual de la Editorial Almuzara (Colón y el Mapa Templario) es mi obra número 29. Significa también el regreso, brevemente, al ensayo. Pero, sobre todo, es el resultado del último viaje que Duende y yo emprendimos juntos.