Siempre he dicho que uno de los objetivos de una entrevista es conducir gentilmente hacia lo que el otro es. Y que también hay entrevistas y entrevistas.
Desde hace varios años, con las nuevas posibilidades que da la tecnología, me he resistido y negado a la posibilidad de hacer entrevistas o programas vía Zoom, Skype y aplicaciones varias. Yo soy de la vieja escuela. De quizá, esa antigua forma de hacer periodismo y televisión. Siempre he defendido la conversación y este tipo de entrevistas cara a cara. Creo en la comunicación presencial. En el intercambio no solo de palabras…
Este último encuentro se celebró en el norte de España, en Cantabria, en Amalur, que en euskera significa “Madre Tierra”, la Casa de un Hermano peregrino y de unos de mis mejores amigos. En esta cita, celebrábamos la publicación del libro número 28 de Mariano Fernández Urresti, de la ya nuestra y querida Editorial Almuzara.
Creo que sobran las palabras. Urresti destila honestidad, sensibilidad, amor, respeto y sabiduría en esa comunicación no verbal.
Y pasó algo en la entrevista. Algo real. Algo que no se cuenta, y que solo pasa cuando tiene que pasar. Algo que está muy lejos de ser explicado por la Ciencia y que, seguro, las Pintoras del pasado entenderían perfectamente.
Gracias Hermano por el privilegio de tu amistad.
Que disfrutéis de la entrevista y de la lectura de su novela.
Luis Mariano Fernández Pimentel
