El sepelio de la última librería

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Mariano Fernández Urresti

Escritor e Historiador

Publicado el 20 de septiembre de 2022

No hubo un solo asesino, sino miles. Fue el suyo el entierro más triste de todos los sepelios. Sobre su fosa, abierta impúdicamente, negra y voraz, arrojaron versos, páginas amarillentas repletas de sentimientos y rebosantes de historias maravillosas. Por el rostro de quienes asistimos se derramaban lágrimas de tinta, y aunque sé que no me creeréis, «vi» a los pies de aquella fosa a los espectros de todos aquellos escritores cuyos libros ella vendió un día.
Los presentes sabíamos que su muerte certificaba el fin de la lectura. Era la última de su especie. Y aunque se veía venir desde hacía mucho tiempo, no por ello dolió menos.
Habíamos ido a parar a una sociedad que no sólo perdió el hábito de la lectura, sino que desconoce lo que es la lectura crítica de un texto; una sociedad donde las librerías cerraban, una tras otra, ahogadas por copias piratas de libros divulgadas por Internet, y sepultadas por las “píldoras digitales” de información, que es lo único que muchos leen sin cuestionarse siquiera la procedencia del texto, la autoría del mismo y su intencionalidad.
Todo cuanto se cree saber no procede ahora de los libros, sino de Internet: el sueño húmedo de quienes anhelaban una masa de compradores analfabeta, aunque supiera leer.
Recientemente me topé con un texto que calificaba a la actual como la era del “post-todo” y la “pre-nada”. Todo lo anterior se critica, pero nada nuevo se propone, más allá de la vacuidad de frases mil veces leídas y escuchadas desde hace siglos. Un tiempo en el que se alardea de la carencia de estudios, y no porque no se haya tenido la ocasión de estudiar debido a una guerra; un mundo donde lo soez se aúpa al “prime time” televisivo, y se paga al estudiante brillante con el exilio o un contrato basura en cualquier actividad económica para la que no fue formado con los impuestos que todos (¿todos?) los ciudadanos pagamos.
Me da por pensar que hay quien se frota las manos, más allá de la pantalla táctil, ante esta marea de analfabetos “técnicos” que ondean banderas al viento y arremeten contra aquellos que estudiaron, ya sean médicos, docentes o cualquier otra profesión. ¿Quién va a saber más que quien nada sabe?