Mariano Fernández Urresti

Hoy los recuerdos me hablan de los secundarios de lujo

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Mariano Fernández Urresti

Escritor e Historiador

Publicado el 8 de noviembre de 2022
Exterior. Día
Paso tras de ti o tú tras de mí. Ninguno de los dos tenemos frase en la escena. Jamás repararemos el uno en el otro; simplemente, somos secundarios. Ni siquiera de lujo. Sólo secundarios.
Todos somos secundarios en la vida de alguien. A nuestras espaldas, pasan nuestros propios secundarios mientras nosotros interpretamos ese mismo irrelevante papel en la vida de los demás. Tal vez, para algunos seamos secundarios de lujo e intercambiaremos con ellos frases más o menos triviales. O incluso conviviremos con ellos un tiempo. Quizá llegaste a pensar que para alguno de ellos eras relevante, porque estabas tan ingenuamente inmerso en tu papel, que olvidaste que sólo eras un vulgar actor de reparto, como tantos otros en la vida de esa otra persona. Uno más. Otro que ni siquiera aparecerá en los créditos de la película de su vida.
Con frecuencia, alguno de nuestros secundarios se atreve a opinar sobre nosotros, como si realmente nos conociera. Apenas aparecieron en un plano de la película de nuestra vida, pero se atreven a juzgarnos.
Es posible que alguno de nuestros secundarios asista a nuestro entierro, aunque sea para hacer bulto. Y mientras, llueve. Sí, porque en los entierros cinematográficos casi siempre llueve y hay a un tipo (o tipa) misterioso que asiste al sepelio bajo un paraguas y medio oculto tras un árbol. Porque en los entierros cinematográficos los camposantos tienen árboles y el cura asegura que Dios es nuestro pastor y que nada nos falta. Y miente. Los curas casi siempre mienten, y lo saben. Porque no es cierto que en ese trance no nos falte nada. Para empezar, nos falta la vida. Y nos faltan nuestros actores secundarios. Los que creían, tan erróneamente como tú, que estaban en lo cierto sobre las cosas de la vida. Sin imaginar que su opinión contaba tanto para ti como la tuya para ellos: nada.
Paso tras de ti o tú tras de mí. Ninguno de los dos tenemos frase en la escena.
Y si es así, si todos somos secundarios en la vida de otros, ¿Cómo puedes creer que eres el protagonista de tu propia vida? Podría ocurrir que todo fuera el truco de un guionista sádico; el capricho de un excéntrico director. Incluso podría ocurrir que el guionista o el director fueran a su vez producto de la imaginación de alguien a quien no conocemos, que pasa desapercibido, como un secundario más. Tal vez vende palomitas en el cine de un tiempo eterno donde se nos ve fugazmente; tal vez, es quien asiste a nuestro entierro cobijado bajo un paraguas, o tal vez, ni siquiera exista nadie que imagine nada.
Todo eso que llamaste vida es un fotograma en una cinta sin fin.
Paso tras de ti o tú tras de mí.
Fundido en negro.
Y luego, nada.