Quiero que usted crea en cosas que no se pueden creer

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Mariano Fernández Urresti

Escritor e Historiador

Publicado el 21 de agosto de 2024

De entre todos los lugares y tiempos posibles a los que viajar, Londres en el siglo XIX es uno de mis favoritos. A quienes me conocen, y también a mis lectores, no les extrañará esa preferencia, pues me acompañaron hasta el corazón victoriano a bordo de algunas de mis novelas, como Las violetas del Círculo Sherlock o El Enigma Dickens. Y por la misma razón no les espantará ni sorprenderá que en la siguiente aventura regresemos juntos a las calles londinenses y, alumbrados por la asmática luz de una lámpara, nos abramos paso entre esa espesa niebla que sus habitantes denominaban sopa de guisantes.

Sin embargo, os prometo que el viaje al que os invitaré en primavera será el más extraño, audaz y arriesgado al que jamás os convidé. También el más personal, como descubriréis.

Todo comenzó una mañana en Camden Town hace ya cinco años, cuando empecé a ordenar en mi cabeza las primeras piezas de una historia que, sin embargo, debía ser mucho más antigua y yo aún no lo sabía. La fascinación por aquella ciudad de casi seis millones de habitantes en la época a la que viajaremos juntos en mi próxima novela comenzó para mí siendo niño. La editorial Bruguera publicó una colección de clásicos adaptados para jóvenes lectores y yo leí apasionadamente a Dickens, a Robert Louis Stevenson, a Conan Doyle y a muchos más. Y a pesar de no saber inglés ni haber viajado aún jamás a Londres, había algo familiar para mí en aquellas callejuelas del East End o en las mansiones al oeste de Charing Cross. El sonido de los cascos de los caballos que tiraban de los carruajes era para mí el eco de una melodía conocida. Y luego estaban aquellos nombres que no debía conocer pero que, no obstante, reconocía: Westminster, Seven Dials,
Paddington, Belgravia…
Aquella mañana de hace cinco años vi en Camden Town por primera vez a Michael Reed –aún no me atreví a llamarle Chael. No tuve esa confianza hasta hace año y medio, cuando comencé a escribir su historia-. Estaba de espaldas, pero adiviné cómo era su rostro. Vestía un largo abrigo negro bajo el cual se adivinaban unos hombros poderosos. Había algo inquietante en él; algo
temible. Lo supe de inmediato. Son ese tipo de impresiones que no te engañan: un sentimiento animal de supervivencia. Aquel hombre me podía matar y, sin embargo, había algo poderosamente seductor en él que me impedía alejarme.
¿Cómo diablos había ido a parar yo al siglo XIX?, pensé durante un segundo. Y era lógico que lo pensara, pues Reed vestía a la moda victoriana y yo estaba tras él, tan cerca que podía tocar su espalda de haberme atrevido. Pero entonces miré alrededor y descubrí con sorpresa que no era yo quien había viajado en el tiempo, sino él, pues a nuestro alrededor bullía el Camden Town
del siglo XXI.
Parpadeé con la esperanza de haberme equivocado, pero el suspiro que duró el parpadeo permitió a Michael Reed desaparecer entre una bruma que no sé aún de dónde surgió.
He necesitado todos estos años para escribir todo cuanto sé de él y de los demás personajes a quienes conocí gracias a su mediación. El resultado se encuentra en la novela en la que la editorial Almuzara ha publicado y que ahora también es tuya.

Descubre esta apasionante historia en mi novela Inmortal

Inmortal novela de Mariano Fernández Urresti