¿Y si Julieta estaba embarazada y no lo sabía cuando decidió clavar en su corazón la daga de Romeo? ¿Qué pensaba Moby Dick del capitán Ahab? ¿Cuál sería la opinión del artesano tejedor que manufacturó el lienzo con el que dicen que cubrieron el cuerpo de Jesús sobre la noticia de la resurrección que divulgaron los cristianos? ¿En algún momento Irene Adler guiñó pícaramente un ojo a Sherlock Holmes? ¿Qué se les pasaba por la cabeza a los soldados franceses que disparan en los fusilamientos pintados por Goya? ¿Por qué disparó Gaston Verne a su tío, el famoso novelista Julio Verne? ¿En serio fue feliz Mina con Jonathan Harker tras la muerte de Drácula? ¿Qué hubiese sucedido si en “Sentido y sensibilidad” hubiera sido Margaret y no Marianne quien se hubiera torcido un tobillo y fuera a ella a quien encontrase en la hierba el señor Willoughby? ¿Le tembló el pulso a Sócrates antes de apurar el vaso de cicuta? ¿Tuvo miedo el Cid antes de alguna batalla? ¿Dudó Arturo de ser capaz de extraer Excalibur de aquella roca? ¿Y si las hermanas Bennet, de “Orgullo y prejuicio”, hubieran sido enormemente ricas y el señor Darcy pobre como una rata hubiesen reparado en él? ¿Hubo un testigo del asesinato de Julio César oculto tras alguna columna del Senado y cuyo nombre jamás salió a la luz? ¿Qué flores habrían compartido en mi jardín Frankenstein y una de mis sobrinas de haber coincidido esta mañana?
Llevo toda mi vida haciéndome preguntas similares a ésas, y son el origen de mis novelas.
Todas las historias tienen ángulos muertos, grietas por las que nadie se ha aventurado. Y no me refiero únicamente a las literarias, sino a todas las historias. También la vida de cada uno de nosotros.
Los demás “escriben” la historia de nuestra vida con lo que creen saber de nosotros, y nosotros hacemos lo propio con la vida de los demás con los datos de que disponemos: lo que hemos oído decir al otro, lo que otros nos dijeron que había dicho la persona cuya historia “escribimos”, lo que recordamos que sucedió entre nosotros… Todos “escribimos” la vida de quienes creemos conocer, pero no reparamos en los ángulos muertos, en las grietas biográficas que cada uno tenemos y que jamás hemos revelado ni revelaremos a nadie y que, justamente, podrían explicar quiénes somos en realidad.