Mariano Fernández Urresti
Novela Inmortal

La primera escena que imaginé para… “Inmortal”

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Mariano Fernández Urresti

Escritor e Historiador

Publicado el 16 de mayo de 2023

Inmortal

Camden Town, Londres. 1869

El sonido de los silbatos de los policías se elevó por encima del bullicio cotidiano. La calle Bayham estaba atestada a aquella hora de la tarde a pesar del frío invernal. Por ella circulaba un puñado de carruajes,
pero la mayoría de la gente iba andando, porque no se podían permitir semejante lujo.
La insólita persecución policial tenía por escenario un lugar más propicio para el drama que para la comedia: niños andrajosos, vendedores ambulantes de comida, casas de beneficencia, establos con cerdos y huertas que recordaban el reciente pasado rural de aquella zona de la ciudad.
-¡Alto, alto! –gritaban los policías mirando a los tejados de aquellas casas de tres plantas, estrechas y adosadas unas junto a otras, como si pretendieran abrigarse entre sí del intenso frío.
-¡Corred, corred! –instó el único adulto del trío que saltaba por los tejados. En su rostro sin afeitar y tiznado de hollín se dibujó un gesto de desesperación. Era un hombre delgado en extremo, y sus ropas estaban aún más raídas que sucias, aunque eso pudiera parecer imposible. A pesar de su
rostro ajado, aún era joven.
Con extraordinaria e inesperada agilidad, el hombre saltó del tejado de una casa a otro, y se asió con fuerza a la chimenea vecina. Aquellos veintitrés por treinta y seis centímetros de ladrillos tenían un tacto familiar para él, un deshollinador veterano al que la miseria había empujado a colaborar con el hampa desde hacía un tiempo.
Los dos niños imitaron al adulto y saltaron con la agilidad de una pareja de felinos. Mientras, el tumulto en la calle iba creciendo. Varios policías más se habían sumado a la persecución y eran abucheados por los pilluelos y los obreros renegridos que, alertados por el escándalo, salían de las casas y los pubs. A pesar de que aquella zona del norte de Londres se había convertido en un distrito respetable y demandado por las clases más adineradas y también por algunos artistas, la presencia de casas de
beneficencia y establos hablaban de un pasado no tan lejano en el que los policías eran mal vistos, y en ningún caso bienvenidos…
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