En el transepto sur de la Abadía de Westminster en Londres se encuentra Poet’s Corner (El Rincón de los Poetas), lugar donde reposan insignes escritores y grandes de la cultura británica.
En aquel lugar he llorado a un hombre a quien no conocí –o eso creo-. Lloré en silencio, solo entre una multitud que me rodeaba, y creo que nadie reparó en ello. De regreso a casa, necesité cuatrocientas páginas para saldar mi deuda con aquel muerto. Había dado forma a mi novela “El enigma Dickens”, pero aún no podía imaginar que ganaría con ella el Premio Jaén de Narrativa. Una novela repleta de fantasmas, casas encantadas, asesinatos y mesmerismo. Todo del gusto de Dickens…y del mío.
En una de esas páginas me encontré de nuevo en aquel mismo lugar gracias a uno de esos extraños hechizos que me resultan familiares mientras escribo:
<<En ese instante, repicaron las campanas. A continuación, la música de un órgano se adueñó del templo mientras el deán daba su despedida al hombre que había traído a este mundo a más de dos mil personajes. El busto del novelista William Makepeace Thackeray, situado en aquel rincón de la abadía, mostraba una expresión severa. Junto a la última morada de Dickens, como guardianes eternos, reposaban los huesos de los escritores Richard Cumberland y Richard Brinsley Sheridan…>>