En muchas ocasiones me han preguntado por qué he escrito novelas que giran alrededor de aspectos poco conocidos o misteriosos de algunos escritores. “Inmortal” es el último ejemplo, puesto que el lector se encuentra en sus páginas un juego literario que le permite imaginar en mi compañía cómo fue posible que Bram Stoker escribiera “Drácula” y James Matthew Barrie alumbrara la idea de Neverland.
Hay dos respuestas para ese interrogante.
En primer lugar, pretendo acercar a los lectores a los enigmas históricos desde un ángulo diferente. Creo que se puede hablar de espiritismo acercándonos a Bécquer o a Dickens como lo hice en “Los fantasmas de Bécquer” o en “El enigma Dickens”. O a las sociedades secretas si analizamos con atención las obras y la vida del creador del capitán Nemo, tal y como escribí en “La tumba de Verne”. Todo, antes de que caer en el tedio que, para mí, supone la lectura de libros que repiten sin cesar los mismos casos, los mismos temas y con los mismos enfoques desde hace muchos años. Y lo digo desde el respeto, pero es mi opinión.
En “Inmortal” he tratado de ofrecer un viaje en el tiempo hasta el Londres victoriano en el que tanto Stoker como Barrie tejieron la trama de dos historias que, miradas con atención, suponen un intento de huida del mundo ordinario hacia el extraordinario en el que debemos situar la Edad de Oro de la que hablan las leyendas; un tiempo en el que el hombre se codeaba con los dioses puesto que, como ellos, era inmortal.
Es cierto que no sabemos si los mitos de Edén, el Jardín de las Hespérides o el propio Grial se referían a una inmortalidad “espiritual” o iniciática, o bien a una inmortalidad carnal. Pero la capacidad de imaginar de un novelista no se ve lastrada por las obligaciones de un historiador en un ensayo. Por eso hay senderos que solo puedo recorrer en las novelas y otros, en cambio, en la no ficción.
Pero el segundo gran objetivo es demostrar que la cultura “oficial” se ha empeñado en podar de la biografía de esos autores, y de otros muchos, todos aquellos aspectos que le resultaban incómodos de admitir (<<quiero que usted crea en cosas que no se pueden creer>>, dice Van Helsing en una
escena de “Drácula” que me parece muy ilustrativa).
Charles Dickens afirmó comunicarse durante toda su vida con el espíritu de su difunta cuñada Mary Hogarth, y creía en el espiritismo, en las casas encantadas y en las bondades del mesmerismo. Al comienzo de su novela “David Copperfield” se nos advierte que el protagonista, nacido un viernes,
como Dickens, tenía la facultad de ver espíritus, y buena parte de la producción literaria de Dickens está repleta de fantasmas. ¿Por qué la cultura “oficial” no se interroga a propósito de los motivos que Dickens, Conan Doyle, Stoker y tantos otros tuvieron para preocuparse por esos temas? ¿Por qué han podado de la biografía de esos escritores de todo aquello que incomoda al saber “ortodoxo”?
Por eso me gustaría que me leyeras, para que creas en cosas que no se pueden creer.
Descubre mi novela Inmortal. Las páginas de este libro pretenden que creas en cosas que no se pueden creer. ¿Te atreves a sumergirte en esta historia llena de intriga y suspense? Prepárate para un viaje que jamás podrás olvidar.